Jorge Lens, Luis Baylón, José Muñoz, Javier Campano, Oscar Molina, Pedro López Cañas, Ana Casas y Chema Madoz son los fotógrafos que componen la muestra, comisariada por Rafael Doctor.
Hablamos de MIRADAS para referirnos a las fotografías que se encuentran en torno a la acción directa de ver hacia el exterior. Imágenes que se construyen al ser captadas por el autor. VISIONES son esas otras imágenes que aunque se basen en el mundo exterior, son construcciones del mundo interno. Su autor, un visionario, lleva a la «objetividad» del medio fotográfico las ilusiones visuales de su propia imaginación.
Tanto las «Miradas» como las «Visiones» aparecen sobre un mismo soporte y han sido realizadas con los mismos medios. Son exponentes de una fotografía purista que confía en los medios expresivos primarios de la imagen fotográfica y que es capaz de reflejar las inquietudes por un mundo exterior o interior indistintamente.
«Miradas y Visiones» se ha concebido como contrapunto a la exposición «Impuros», presentada en la misma Sala del Canal de Isabel II unos meses atrás. En «Impuros» se quiso mostrar el trabajo de creadores españoles que realizaban su obra en los umbrales formales de la concepción fotográfica tradicional. En «Miradas y Visiones» los fotógrafos seleccionados en esta ocasión desarrollan su trabajo sin alterar la tradicional concepción de la fotografía. Sus obras son imágenes sobre papel, ya sea color o sobre todo blanco y negro, realizadas para ser enmarcadas en pass-partout. No obstante, aunque no cuestionen el soporte, se trata de trabajos de creación de autor con la misma entidad que los anteriores.
Esta exposición ha sido organizada por la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Consejería de Educación y Cultura de la Comunidad de Madrid
CONSEJERO DE EDUCACION Y CULTURA: Jaime Lissavetzky
DIRECTOR GENERAL DE PATRIMONIO CULTURAL: Miguel Angel Castillo
COORDINADORA DE EXPOSICIONES: Teresa Zaragoza
GESTION AD MINISTRATIVA: Isabel Escribano, Félix García, Pilar Gutiérrez
EXPOSICIÓN
COMISARIO: Rafael Doctor Roncero
DISENO: Andrés Mengs
MONTAJE: Macarrón S. A.
ISBN: 84-451-0753-4
Depósito Legal: M-1092- 1994
CATALOGO
DISEÑO GRAFICO: Carlos Serrano G.A.H., Ricardo Serrano, Ignacio Martínez-Laya
TEXTOS: Rafael Doctor, Baylón, Javier Campano, Ana Casas, Jorge Lens, Pedro López Cañas, Chema Madoz, Oscar Molina, José Muñoz
FILMACION: CROMOTEX S. A.
FOTOMECANICA: LUCAM S.A.
IMPRESION:T.F. ARTES GRAFICAS, S.A.
Descargar texto «Miradas y Visiones», de Rafael Doctor
Descargar texto «Teatro de calle», de Jorge Lens
Miradas y Visiones
Rafael Doctor Roncero
Si hay una cosa que una fotografía deba tener es la humanidad del instante. A esta forma de fotografía se le llama realismo. Pero el realismo no es suficiente. Debe ser visionario. Es aquí donde una fotografía podrá ser desestimada. Es tenue la línea donde desaparece el sujeto y comienza el espíritu
Robert Frank, I962
En junio de I993 se presentó en la Sala de Exposiciones del Canal de Isabel II la exposición «IMPUROS». A través de las obras de cinco jóvenes creadores intenté poner de manifiesto algunos aspectos sobre la confección de la obra de base fotográfica y, sobre todo, la manipulación de su soporte. La tesis de la exposición partía de observar cómo los trabajos fotográficos de buena parte de los autores tenían que «impurificarse», si querían acceder al espacio mercantil y crítico de las Artes imperantes. Al fin y al cabo, se trataba de intentar descifrar algunos de los aspectos de las categorías del arte más contemporáneo. El aura aparecía como la cuestión permanente, el continuo dilema sin respuesta. Y es que la fotografía en sí misma cuenta con un nivel aurístico muy bajo, por lo que para acceder a las esferas «superiores» de la creación artística, se le ofrece la posibilidad de alterar o cuestionar sus propias características. Era necesario acentuar el aspecto subjetivo del medio al mismo tiempo que prescindir de su reproductibilidad ilimitada. Instalaciones y obras con una gran aproximación formal a la pintura y escultura fueron los trabajos que se presentaron en «IMPUROS». Pero la cuestión quedó abierta: ¿es necesario manipular o subjetivizar la forma de entender el medio fotográfico para confeccionar un trabajo de creación, de autor, en este terreno?
Si nos atenemos a lo que las galerías y museos de arte contemporáneo exponen y venden, la respuesta podría ser sí. No obstante, la fotografía en sí, la que se justifica esencialmente por su cualidad fotográfica, posee los mismos rasgos de subjetividad que el resto de las manifestaciones artísticas. El mercado es el que marca las otras apreciaciones.
«Miradas y Visiones» debe ser concebida como la segunda parte, contrapunto al mismo tiempo, de «Impuros». El objetivo es poner de manifiesto como las categorías críticas de lo fotográfico se encuentran más apegadas a los aspectos mercantiles que a la propia creación artística; que crear en fotografía no es sinónimo de alterar el propio medio; que la fotografía consigo misma, sin pretender ser «Arte”, construye mundos propios, subjetivizados por el solo hecho de la mirada individual.
El título y el planteamiento de esta exposición puede sugerir al de «Mirrors and Windows. American Photography since 1960″‘, muestra que organizó John Szarkowski en el M.O.M.A. de Nueva York en el verano de I978. Miradas como ventanas, visiones como espejos. La exposición americana concebía la última creación fotográfica americana dentro del binomio registro del mundo exterior-reflejo del interior del autor. Richard Avedon y Diane Arbus se contraponían a Andy Warhol, Ed Ruscha o Robert Rauschenberg. La exposición marcó un hito, ya que por primera vez desde este museo, que era el que desde su departamento de fotografía regía la historiografía artística en relación a este medio, se equiparaba el trabajo de creadores ajenos al mundo del Arte, con el de otros que eran sus auténticos divos. Eran los «impuros» y los «puristas» contrapuestos, aunque sus trabajos se concibiesen como ventanas o como espejos. Con esta contraposición se podía observar como los impuros» intentaban que perviviese el aura, base del arte crítico-mercantil, y para ello se decantaban por la utilización deconstructiva del lenguaje propiamente fotográfico. Apropiacionismo, pastiche y acciones conceptuales a partir de la imagen fotográfica era parte de lo que se ofrecía.
«Miradas y Visiones» intenta observar un aspecto dual en el trabajo purista. Por una parte, unos trabajos que parten de la interpretación del mundo exterior a través de la mirada del autor y, por otra, otros que configuran mundos propios partiendo del mundo interior de cada uno. En ambos casos la fotografía se encuentra ceñida a su propio campo específico. La imagen impresionada sobre el papel aparece como el fin y el medio y se muestra indiferente, en buena medida, a las posturas del arte canónico, En este sentido, le es difícil desprenderse đe la categoría de «low art». Sin embargo, no importa. La mayor garantía de la autenticidad de estas imágenes es la postura de sus autores, ajenos a querer hacer «high art’» o Arte. Mirar el mundo que nos rodea e interpretarlo, así como interpretar o reconstruir en imágenes las propias obsesiones y sueños son sus objetivos principales. Ajenos a un mercado desinteresado, más que en sus obras, en sus soportes, este tipo de creación fotográfica sobrevive normalmente gracias al compromiso personal que cada autor ha establecido con su obra. No existen galerías detrás, ni coleccionistas, ni instituciones que apoyen o protejan este tipo de trabajos. Existe algún fotógrafo en todo el territorio español que viva de los beneficios que le reporta su propio trabajo de autor? Al plantearme esta cuestión, algunos nombres se me pasan por la cabeza, algunos trabajos, pero la respuesta es negativa. Normalmente, el fotógrafo se dedica a hacer trabajos fotográficos aplicados a otras disciplinas, totalmente ajenas a sus intereses como creador, donde todo está configurado y solo se puede aportar la perfección de una buena técnica. ¿Se imaginan a pintores reconocidos pintando paredes, casas,.. etc para sobrevivir y poder desarrollar su obra?. Por supuesto que existen artistas de las Bellas Artes que no se autofinancian con sus obras, pero su proporción en relación a los fotógrafos es abismal. Con estas comparaciones únicamente intento poner de manifiesto como diversos hechos confirman la vigencia de las categorías artísticas y como la postmodernidad solo ha servido para desnudar al sistema moderno, para mostrarnos su estructura, para convencernos de su imbatibilidad en el seno de nuestra sociedad.
La fotografía como tal pervive por la inercia de su propia autenticidad. No es necesario demostrar que es el medio de expresión más directo y enraizado en el mundo contemporáneo. Su práctica (familiar o dominguera) es muy numerosa. A través de ella el ser humano ha aprendido a mirar y a concebir una nueva relación entre el espacio y el tiempo. Cada día se registran en el mundo millones de miradas. Imágenes de todo lo que nos rodea, de lo que amamos, de nosotros mismos. Las copias fotográficas aparecen como registros de unos momentos concretos y nos hemos acostumbrado a ellas de una forma ritual y necesaria. De todos es conocida la reflexión que sobre este tema desarrolló Susan Sontag: «fotografiar es apropiarse de lo fotografiado. Significa establecer con el mundo una relación determinada que sabe a conocimiento, y por tanto a poder» (Sobre la fotograffa, pag. 14). Mirar-registrar-poseer sería el tríptico que regiría la dinámica de la fotografía como elemento esencial en nuestro mundo: el mundo materialista en el que nos desarrollamos, donde poseer imágenes es poseer parte de ese mundo, concebir esas imágenes es ser creador al mismo tiempo. La fotografía cumple en nuestra sociedad un papel esencial como elemento ilusorio de propiedad. Al igual que la imprenta supuso la difusión social de la Iiteratura o el disco vino a democratizar la posibilidad de la audición de la música, la fotografía reparte la imágenes ilusorias de todo el mundo. Como los libros impresos o las grabaciones musicales, contamos con la imagen fija y la podemos poseer y contemplar cuantas veces queramos.
MIRAR, por tanto, se ha convertido en uno de los ejercicios principales de nuestro mundo. La mirada siempre es individual, parte de un sujeto, por lo que es siempre subjetiva, hasta en el más tópico de los casos. No obstante, existe un grado de subjetividad y la práctica fotográfica lo pone de manifiesto. Mirar el mundo y registrarlo, no debe ser solo buscar ese instante decisivo, ese momento virtuoso, tan circense y artificial del que habla Cartier-Bresson, sino buscar su autenticidad a través del sujeto interpretador, en este caso el fotógrafo. Interpretar el mundo a través de la mirada es una nueva forma de literatura contemporánea. El ojo se afila en el propio ingenio. La mirada registrada no es otra cosa que la materialización de una intención subjetiva. Los diversos elementos de esa imagen tienen el mismo carácter que las palabras en una novela o en un poema, actúan igual y cumplen una idéntica función expresiva.
CONCEBIR VISIONES es soñar, mezclar los elementos visuales de nuestra memoria y producir otros complejos, alejados de la razón. Registrar un sueño. Con la fotografía se puede acceder a la búsqueda de estas obsesiones, a materializar, a fijar las imágenes que no existen nada más que en una mente propia. El autor configura su visión, recrea la escenografía del sueño o sueña creando.
Las miradas y las visiones de esta exposición son el trabajo de ocho creadores: Baylon, Jorge Lens y José Muñoz exponen un trabajo centrado en ese enfoque hacia el exterior, esa interpretación personal del mundo que les rodea. Ana Casas, Pedro López Cañas y Chema Madoz representan esa otra postura de reconstrucción de un mundo propio para fijar unas visiones, que narran un paraje visual propio. Javier Campano y Oscar Molina por su parte suponen un eslabón intermedio entre la interpretación directa del mundo exterior y la reconstrucción de imágenes del mundo interior. Sería ridículo considerar que estas dos opciones son las únicas vías de la fotografía purista. Existen tantas como cualquiera desee que haya. Miradas y visiones es la excusa conceptual del planteamiento de esta exposición, segunda parte de la exposición «Impuros», esencialmente, la forma más directa de demostrar que el trabajo de creación no es sinónimo del de manipulación y que el fotógrafo como tal crea un trabajo con unas connotaciones propias aunque no se ajusten a las normas que rige un mercado elitista.
Una fotografía, la de la caseta de tiro, de Jorge Lens es la que me dio la pauta para concebir el título y el desarrollo de esta exposición. Una imagen mágica, entre dos mundos, el que se contempla y el que se sueña. La caseta está abierta. No se sabe si amanece o anochece. Me atraen las luces rojas y amarillas de su interior y la disposición geométrica de los premios a la puntería. Nadie se acerca. La caseta está sola. Como un templo, la soledad acentúa la magia.
Esta fotografía pertenece al trabajo «Teatro de Calle, serie iniciada por el autor hace tres años. A través del reportaje en color, Jorge Lens en estas imágenes ha intentado descubrir el mundo de las ferias y los mercadillos callejeros y las alteraciones efímeras que producen en pueblos y ciudades. Todo se construye y se desmantela rápidamente. Las imágenes tienen un claro componente surrealista que, aunque implícito en este tipo de acontecimientos, el autor acentủa en sus observaciones: el rostro de una mujer se confunde con el de un pavo que lleva en los brazos, un vendedor está sentado sin cabeza, una pierna que se vende sola, un chulo posa sobre un fondo rosa,…
José Muñoz realiza un trabajo sobre el circo, un tema con mucha similitud al anterior, donde lo efímero, lo mágico, lo absurdo y lo aparentemente irreal son evidencias. «Sonrisas y Lágrimas» es el título de la serie. La contraposición como elemento de análisis. El fotógrafo se introduce en el mundo que quiere conocer y fotografiar; pero no lo hace como un «paparazzi», como un cazador furtivo de imágenes. Intenta adentrarse en su interior, implicándose en las vivencias de ese mundo, sentirse parte de lo que observa, autentificando con su propia presencia el registro final. Seguir al Circo Ruso, al Circo Europa, al Circo Williams, al Circo Mundial o al Circo Medrano por toda España es parte esencial de su actividad. No predominan los payasos o malabaristas actuando. Es la vida en el interior de la carpa, lo que rodea al espectáculo, el trabajo, los ensayos de estos circos ambulantes, lo que vemos. Las imágenes finales son muy concretas, seleccionadas entre miles y construidas por la sinceridad del que es consciente de que mira. El reportaje supone una investigación absoluta sobre la luz y la composición en fotografía dentro del mundo de las lonas.
Las calles de Madrid son el escenario de las fotografías de Baylón. Un trabajo directo, descarado, cruel y tierno a la vez. Un reportaje vivencial, casi autobiográfico, con ciertas similitudes formales y morales al trabajo de Diane Arbus. Lo que aquí vemos es un resumen de varios años, viviendo-viendo la calle, el barrio, mirando a los ojos de personas auténticas. Viejos que revuelven los cubos de basura buscando comida o cualquier cosa. Gordas que van a los toros con arrogancia y señoras mayores que andan temerosas, ya de vuelta. La Señora Maruja, vecina de Mesón de Paredes, o aquel matrimonio que recogía la basura de tu portal, de los que me cuentas que él murió del hígado, y ella, posiblemente también haya muerto. Ellas, las loteras que se desgañitan en la Puerta del Sol, y ellos, los que toman un chato a la sombra. Una pareja de ancianos sonríen a tu cámara y en sus ojos se pueden leer cientos de años de amor y dolor. Tu hija besa y abraza a su madre y se comprime toda la ternura del mundo.
El trabajo de Javier Campano lo concibo en el límite de las miradas y de las visiones. Sus imágenes suelen ser fragmentos de lugares por donde pasa. Desde sus inicios como fotógrafo, a mediados de los setenta en Nueva Lente, ha ido desarrollando esa manera fragmentaria de mirar. Todas sus fotografías son una única serie que tiene el compás en su propia vida. Sus imágenes no son detalles de los paisajes que recorre o habita, trata de mirar un poco más allá de las evidencias, y observar el orden de lo no colocado, la armonía de lo vital. Las imágenes seleccionadas para esta exposición, aunque realizadas en los últimos años, parecen pertenecer a un mismo tiempo. Todas poseen signos de la soledad del hotel, del viaje. No es un reportaje. No se dan datos suficientes. Tampoco se reconstruye nada para mostrar una representación. La propia mirada selecciona y hace del exterior un reflejo del sujeto íntimo.
«Fotografías de un diario» es el título del trabajo de Oscar Molina; una serie de fotografías sin principio ni fin, sin una intención aparente, sin sentido de obra, de serie, ni incluso de registro. En el oficio de mirar, el fotógrafo realiza durante su vida miles de imágenes, miles de ellas también sin una razón clara. Fotografías que se disparan solas o que el autor dispara sin saber porqué. Otras tópicas, pruebas, experimentos, cosas sin un interés aparente, … Este trabajo lo constituyen esas imágenes, que son parte del soporte del que vive en la mirada, que mira más allá de lo que pretende mirar. Es un trabajo que se construye solo, vuelvo a decir, sin intención. La mirada neutra como la más auténtica y personal. De nuevo, la protagonista es la propia vida. El positivado en un formato muy pequeño, hace que el autor y el espectador miren estas fotografías desde casi un visor. El mundo está comprimido y hay que acercarse para observarlo. Parece que el autor lo quiere dejar ahí, entre lo que se ve, y lo que el mundo ofrece.
La serie «Viena» de Ana Casas es el primer trabajo que presento como visión. Partiendo de las fotografías familiares de su infancia en una antigua casa vienesa, la autora se plantea una reflexión en torno al paso del tiempo, el dolor y la muerte. Cerrar los ojos y sentirse en un tiempo pasado del que un algo nos separa y en el que nos cuesta observar distancia. Aquella niña en el patio y esta joven en la vida. Ana Casas recurre a los otros protagonistas para constatar su existencia. Desentrañar la mirada pasada y abrazarse a su abuela, a su madre, a su hermana. Parece existir un deseo de permanecer en el pasado, de aferrarse a lo que la memoria nos ofrece como auténtico. Sucumbir o resolver la ecuación imposible. Esas fotografías viejas se contraponen a las imágenes que ha creado partiendo de ellas. Las fotos de infancia son pequeñas y en color; forman parte de un álbum y son la memoria real. Las imágenes nuevas son grandes y en blanco y negro. La imagen del sueño.
Pedro López Cañas ha realizado para esta exposición el trabajo «Rastros» en el que elucubra en torno a la presencia en la fotografía y en la memoria. Imágenes que se contraponen en un espacio real o ilusorio, siempre fotográfico, donde el autor se expone y observa sus huellas gracias a una luz pasada. ¿Qué es lo que hay detrás de una presencia, de nuestro permanente estado fugaz, detrás de la escritura de palabras o luz? Un continuo estado de duda, sugerencias y pistas, signos de imágenes directas que el proceso fotográfico registra. Imposible responder lo que somos y qué dejamos en la imagen fija.
Chema Madoz es sin duda un visionario. Todas sus imágenes han abordado el tema de la contraposición visual en la fotografía. La lectura racional y la poética, la confusión entre lo que veo, lo que quiero ver y lo que realmente hay. ¿Realmente?. Precisamente el concepto de realidad en la imagen fotográfica es la continua reflexión de este autor. Las imágenes seleccionadas para esta exposición fueron realizadas a finales de los años ochenta. Constituyen escenas poéticas visuales y son el precedente de los objetos visuales que en la actualidad está realizando. En las fotografias de Chema Madoz no existe manipulación alguna, la disposición, la escenografia creada, es suficiente para mantenernos atentos a los juegos visuales de confusión. Cada una de las fotografias son visiones, sueños cotidianos en un estado de vigilia continua.